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Sobre el cuidado de sí

Autora: Nayda I. Román Vázquez, PhD - Directora Comisión para la Prevención del Suicidio Departamento de Salud

Querido cuidador y cuidadora: te propongo una reflexión. Cuando escuchas la palabra cuidar, ¿qué te viene a la mente? ¿Velar por el bienestar de nuestros seres queridos? ¿Cumplir con la responsabilidad de conservar las condiciones de vida de un familiar o conocido? ¿Garantizar que alguien con su salud comprometida pueda vivir mejor? ¿Acaso no vienen a la mente palabras como ‘sacrificio’, ‘bondad’, ‘responsabilidad’ y ‘obligación’?

Detente un momento y reflexiona, ¿qué significa para ti cuidar? ¿Te incluyes? ¿Piensas en lo que tú también necesitas para vivir y sobrellevar las adversidades? ¿Piensas en qué descuidas de ti?

Demasiadas veces esto de cuidar se ve solamente como algo que se hace por o para otra persona. Uno cuida a alguien. Cuidamos de nuestros padres, de nuestras parejas y compañeros de vida, de nuestros hijos e hijas, nuestros nietos y nietas, nuestros sobrinos y sobrinas, tíos y tías y una larga lista de otras figuras en nuestras vidas.

Cuidar no tan sólo implica el velar por otras personas, sino que también contempla nuestra propia salud, implica que el cuidado se da a otros y a uno mismo. El cuidado de sí es parte fundamental en el desarrollo de la capacidad para cuidar de otros. Hay pequeños cambios que podemos hacer en nuestra rutina diaria para cuidarnos. A continuación, les propongo algunos puntos de partida:

  1. Valórate. Cuidar de otra persona es una acción noble. Reconoce tu valor y tus necesidades también. Cuidarse requiere de un compromiso con uno mismo. NO es un acto egoísta.
  2. Descansa e hidrátate. Toma conciencia de cuánto tiempo necesitas dormir. Con frecuencia, sin darnos cuenta, pasa el día entero y uno no se ha detenido ni siquiera a tomar agua.
  3. Ve al médico. Podemos estar tan pendientes de las necesidades médicas de las personas a quienes cuidamos que echamos hacia un lado las nuestras. No pases por alto tus propias citas médicas de rutina y de seguimiento.
  4. Desahógate. Habla con alguien de confianza. A veces hace falta hablar con un tercero que nos ayude a ver las cosas desde otra perspectiva.
  5. Medita. La meditación y la espiritualidad ayudan a disminuir la intensidad de nuestras circunstancias de vida y permiten darle sentido a nuestras experiencias.
  6. Ten un pasatiempo que se ajuste a tu realidad. Si no puedes tener un huerto, cultiva una sola planta. Saca tiempo para hacer algo placentero.
  7. Aprende algo nuevo. Leer es una buena forma de hacer esto.
  8. No te extralimites. Reconoce tus límites. No confundas el sufrimiento ajeno con el propio; son experiencias distintas y aprende a decir que no. Para poder decir que sí, hay que también saber decir cuándo no.
  9. Recuerda que la compasión va en ambas direcciones. Muestra compasión por la persona a quien cuidas, incluyéndote.
  10. Busca ayuda. Si necesitas algo, verbalízalo. Cuando desahogarse no es suficiente, busca ayuda profesional. Sentirse mal y no encontrar maneras de lidiar es razón suficiente para buscar ayuda de un profesional de salud mental, ya sea de trabajo social, consejería o psicología.

Te propongo lo siguiente: hoy, el día en que lees estas palabras, detente para pensar en ti. Detente a reconocer tu humanidad, tus límites y tus anhelos. Date la oportunidad de pensar en cómo puedes insertar estas recomendaciones en tu vida para no perderte en el día a día, sino reservar un espacio en el día para que sea tú día también.

Gracias por lo que haces. Cuídate para cuidar de otros, pero cuídate también para ti.

Un mensaje de la Comisión para la Prevención del Suicidio del Departamento de Salud y AARP.

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