Autora: Nayda I. Román Vázquez, PhD - Directora Comisión para la Prevención del Suicidio Departamento de Salud
Querido cuidador y cuidadora: te propongo una reflexión. Cuando escuchas la palabra cuidar, ¿qué te viene a la mente? ¿Velar por el bienestar de nuestros seres queridos? ¿Cumplir con la responsabilidad de conservar las condiciones de vida de un familiar o conocido? ¿Garantizar que alguien con su salud comprometida pueda vivir mejor? ¿Acaso no vienen a la mente palabras como ‘sacrificio’, ‘bondad’, ‘responsabilidad’ y ‘obligación’?
Detente un momento y reflexiona, ¿qué significa para ti cuidar? ¿Te incluyes? ¿Piensas en lo que tú también necesitas para vivir y sobrellevar las adversidades? ¿Piensas en qué descuidas de ti?
Demasiadas veces esto de cuidar se ve solamente como algo que se hace por o para otra persona. Uno cuida a alguien. Cuidamos de nuestros padres, de nuestras parejas y compañeros de vida, de nuestros hijos e hijas, nuestros nietos y nietas, nuestros sobrinos y sobrinas, tíos y tías y una larga lista de otras figuras en nuestras vidas.
Cuidar no tan sólo implica el velar por otras personas, sino que también contempla nuestra propia salud, implica que el cuidado se da a otros y a uno mismo. El cuidado de sí es parte fundamental en el desarrollo de la capacidad para cuidar de otros. Hay pequeños cambios que podemos hacer en nuestra rutina diaria para cuidarnos. A continuación, les propongo algunos puntos de partida:
Te propongo lo siguiente: hoy, el día en que lees estas palabras, detente para pensar en ti. Detente a reconocer tu humanidad, tus límites y tus anhelos. Date la oportunidad de pensar en cómo puedes insertar estas recomendaciones en tu vida para no perderte en el día a día, sino reservar un espacio en el día para que sea tú día también.
Gracias por lo que haces. Cuídate para cuidar de otros, pero cuídate también para ti.
Un mensaje de la Comisión para la Prevención del Suicidio del Departamento de Salud y AARP.
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