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¡Dame paciencia!

Psicóloga Mercedes Rodríguez López

No existen fórmulas mágicas para tener paciencia. Nadie te la puede dar; no se puede comprar. La paciencia es un valor, un principio que puede guiar el comportamiento. Es una cualidad o una habilidad que nos permite perseverar en una tarea o un deber, con calma, sin alterarnos.

La práctica de la paciencia es imprescindible para vivir. Permite desarrollar y conservar buenas relaciones interpersonales y sociales. Para criar y cuidar, y hasta para cuidarnos, hace falta paciencia. La paciencia es, además, un requisito para los procesos de curación. Para sanar, en todas las dimensiones - física, emocional, psicológica y espiritualmente - las personas necesitamos del tiempo, la sabiduría, la compasión y la paciencia nuestra y de otros seres humanos.

Los cuidados que las personas necesitan en cada circunstancia deben ser prestados con serenidad y con calma. No importa la prisa, las presiones, o los buenos deseos que pueda tener la persona que cuida, vale recordar que cada herida, cada enfermedad, cada dolor, cada individuo, se curará o encontrará su alivio a su ritmo. Nadie puede imponer términos de sanación a los cuerpos rotos y mucho menos a las almas afligidas.

La paciencia, mucha o poca, se debilita y hasta se puede agotar frente a los desafíos que presentan las incontables obligaciones y tareas que asumen quienes cuidan. Por eso debemos aprender a proteger nuestra disposición a la tolerancia y la paciencia. Todos los días podemos prepararnos, de manera intencional, para que la paciencia se convierta en parte de la respuesta amorosa que requieren los cuidados. La buena noticia es que tú también puedes aprender a ser más paciente.

Para cultivar la paciencia, considera lo siguiente:

  • Convertirte en una persona paciente requiere trabajo. Necesitas tiempo y esfuerzo para reflexionar, aprender y confirmar, con las buenas prácticas, que lo vas a logrando.
  • Mientras aprendes a ser paciente con los demás, sé paciente contigo. Reconoce que cultivar la paciencia requiere conocerte mejor. Identifica cuándo te pones más impaciente y ensaya respuestas diferentes, constructivas.
  • Incorpora intencionalmente en tus hábitos diarios ejercicios de respiración, relajación, meditación, yoga, Thai Chi, y buenas lecturas que fortalezcan el autocontrol y te ayuden a manejarte en situaciones de coraje, fatiga o estrés. Puedes conseguir cursos sencillos y gratuitos en las plataformas digitales. Intenta adaptar y practicar algunos de estos ejercicios con la persona que cuidas.
  • Aprende a gestionar el tiempo en el marco de tus objetivos y prioridades. Cuidar es un trabajo que puede ocupar todo tu tiempo, consumiendo muchas de tus energías y paciencia. Organízate, planifica, simplifica tareas, desarrolla hábitos de alimentación, descanso y entretenimiento para mantenerte saludable. Para cuidar bien a otra persona, debes saber cuidarte bien.
  • No te aísles, conéctate con los demás, comunica tus necesidades y sentimientos, pide y busca ayuda, y participa en grupos de apoyo para cuidadores.

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